Lo que dicen nuestros viajeros

Desde hace tiempo, me sentía perdido y sin rumbo. Mi esposa y yo decidimos unirme a la peregrinación de 10 días a San Giovanni Rotondo organizada por Borch Travels, y lo que comenzó como un viaje para acompañarla se convirtió en una experiencia que transformó mi vida por completo.

Al llegar, confieso que era escéptico y ateo, pero el ambiente cálido y acogedor del grupo me hizo sentir parte de algo especial. Viajando con mi esposa, compartimos momentos de reflexión y conexión con otras personas que también buscaban algo más en sus vidas.

La verdadera transformación ocurrió en San Giovanni Rotondo. Al estar frente a la tumba de San Pío, experimenté algo inexplicable. Mientras reflexionaba, sentí un fuerte olor a rosas que me envolvía de manera sorprendente. En ese momento, todas mis dudas y escepticismos comenzaron a desvanecerse, y por primera vez en años, sentí una paz que no había experimentado antes.

Esa experiencia fue el punto de inflexión en mi vida. Después de sentir ese aroma, decidí quedarme un momento más en silencio, dejando que las emociones fluyeran. En mi interior, le pedí una señal al Padre Pío, algo que me confirmara que todo esto era real. No voy a compartir la señal que recibí, pero puedo decir con certeza que mi petición fue atendida. Sin ninguna duda, supe en ese momento que el Padre Pío está vivo y que Dios existe, algo que jamás pensé que diría después de años siendo ateo.

La vuelta fue increíble porque veníamos todos llenos de gracia y de bendiciones que habíamos recibido durante esos 10 días. Cuando llegué a casa sentí la necesidad de mantener esa cercanía que había experimentado con Dios y el Padre Pío.
Es reconfortante poder estar en contacto con todos a través del grupo de WhatsApp que se creó para la peregrinación. Sin duda alguna he ganado una gran familia y recomiendo a cualquier persona que se unana estas peregrinaciones, a mi me ha salvado la vida y estaré eternamente agradecido.

Mi experiencia en la peregrinación organizada por Borch Travels a San Giovanni Rotondo y Asís fue profundamente transformadora y espiritual. Durante diez días, llevé conmigo dos peticiones muy concretas que había estado presentando a Dios durante años: una para una persona cercana y otra para mí misma.

Recuerdo un momento especial en el convento del Padre Pío. Me perdí buscando la cripta donde se celebraba la misa y, en un momento de angustia, me encontré con un fraile que, con amabilidad, me dirigió hacia allí. Cuando finalmente llegué a la cripta, me envolvió un aroma a rosas tan fuerte que pensé que podría ser un ambientador, rodeada de tantas personas, especialmente mujeres mayores que suelen usar colonias intensas.

A diferencia de mis habituales visitas a misa, donde tiendo a irme rápidamente al terminar, esa vez sentí una paz tan profunda que decidí quedarme a rezar. Con el tiempo, me di cuenta de que estaba casi sola en la cripta, y mientras pedía al Padre Pío por mis dos peticiones, el olor a rosas regresó con una intensidad que me llevó a cambiar de banco, ya que el aroma se había impregnado en mi nariz.

Busqué por los alrededores un posible ambientador, pero no encontré nada. Al salir, comenté mi experiencia con un sacerdote que estaba allí y me aseguró que en la cripta no había ambientadores. Fue entonces cuando comprendí que ese aroma era un regalo del Padre Pío, un signo de su presencia y gracia que muchas personas experimentan en ese lugar sagrado.

Al día siguiente, para mi sorpresa, recibí una llamada de mi amiga confirmando lo que le había pedido al Padre Pío el día anterior. Esa conexión espiritual fue abrumadora. Al finalizar la peregrinación, la situación personal que tanto le había encomendado al Padre Pío se había resuelto de manera milagrosa.

Esta experiencia no solo reafirmó mi fe, sino que también me enseñó el poder de la oración y la intercesión del Padre Pío. Estoy eternamente agradecida por esta peregrinación y por la oportunidad de vivir momentos tan significativos en mi vida espiritual.